A muy escasos días del partido del Once Caldas ante Millonarios, por Copa Sudamericana, la expectativa del hincha es grande y son muchos los interrogantes que genera el equipo en cuanto al papel que pueda cumplir en ese certamen y en los torneos locales del presente año.
Han sido muchos los años de sequía y ausencia de eventos internacionales, fruto del deplorable manejo deportivo del equipo, en los que prevalecieron los malos resultados, eliminaciones constantes de Liga, coqueteos frecuentes con el descenso y una desacertada gestión de jugadores.
Las dos recientes victorias del Once, ante Deportivo Pereira y Águilas de Rionegro, abrieron un compás de espera al optimismo, pues no fue bueno el inicio del campeonato. Se perdió de mala manera ante Nacional y Junior, y aunque se ganó en casa ante Bucaramanga y Fortaleza, el mal fútbol practicado fue el principal blanco de la crítica.
Revisando el proceso de gestión de jugadores para el presente semestre, queda en el ambiente un gran interrogante: ¿a qué le habrán apostado las directivas del equipo, en especial respecto al compromiso que conlleva participar en la Copa Suramericana?
Tal como se manejó el tema de jugadores, una visión simplista nos permite juzgar que el punto de partida para este año fue el mantenimiento pleno del equipo titular base, que realizó una interesante campaña el semestre anterior, y del que solo quedaba un vacío por suplir: el del volante creativo que quedó vacante por el marginamiento de Lukas Ríos.
La tarea parecía ser fácil: suplir esa vacante y complementar el banco de suplentes, asunto que se materializó con la contratación de ocho jugadores.
Del perfil general de los contratados, apenas moderado y en la misma línea de contrataciones del año anterior, quedó en evidencia la falta de ambición directiva en disponer de un plantel apto y suficiente para abordar tres competiciones simultáneas: Liga, Copa Suramericana y Copa.
Es por ello que en la mente de periodistas y aficionados quedó la sensación de que faltó voluntad y esfuerzo económico para la vinculación de dos o tres verdaderos refuerzos, jugadores que, sin ser estrellas de alta cotización, marcaran diferencia en el propósito de aportarle al equipo mayor calidad, confianza y jerarquía.
Pero, finalmente, nada de aquello se abordó, se agotaron los plazos, se llegó al campeonato con lo justo y, claro, el fútbol, que es tan cambiante, no permite ahora la certeza de poder repetir la historia, llegar a una final y enfrentar con decoro el evento internacional.
Por fortuna, como lo expresamos atrás, las dos últimas victorias alientan la idea de que el equipo regrese a las formas que lo hicieron exitoso el año anterior, pues al inicio lució resquebrajado, con bajos niveles individuales y sin la mentalidad, regularidad y rendimiento que lo caracterizaron en las dos Ligas del 2024.
Más allá del bajón cualitativo del equipo respecto al año anterior, y teniendo en cuenta el perfil de los ocho nuevos jugadores vinculados, recaemos en la pregunta inicial: ¿la dirigencia realmente apostó por competir en la Copa Suramericana? Con mucha pena, tenemos que decir que no, pues salta a la vista que el propósito fue simplemente mantener la base del año anterior y apostar por lo mismo.
Por lo pronto, en la mira de todos está el partido clave del próximo 5 de marzo. El ganador entre Once Caldas y Millonarios en un extraño y único partido, cuya sede se elige por sorteo—caprichos cuestionables de la Conmebol—, tendrá el pasaporte a la fase de grupos, es decir, asegurará su real y verdadera participación en la Copa.
De salir el Once Caldas ganador del duelo, será ya en la competición donde podría pesar la falta de refuerzos, pues otra historia será ver a este grupo limitado compitiendo en tres torneos simultáneos.
Por fortuna, como ya lo expresamos atrás, las dos últimas salidas del equipo dejaron buenas señales, en el deseo de que regresen las formas que sustentaron las campañas del 2024, cuando el Once lució sólido, solidario, con buen estado físico y un alto rendimiento general del plantel.
Cierto es que el Once Caldas, como lo expresaba el finado Pedro Sarmiento, aprendió a ganar, y esta ha sido su clave; pero el equipo tiene una deuda, incluso desde el año anterior, asociada con el juego y algunas falencias en el manejo de los partidos.
Del cuerpo técnico se reclama enriquecer las alternativas de juego, variar un esquema que ya se hace tradicional y predecible, aplicar variaciones posicionales, fortalecer respaldos—especialmente en los extremos—, no casarse con jugadores, acertar en los recambios, en fin. Deberá entonces el cuerpo técnico, en cabeza de Hernán Darío Herrera, demostrar que puede hacer mucho con tan poco.
Por lo pronto, la primera gran prueba de fuego está a la vuelta de la esquina: derrotar a Millonarios y dejar en evidencia que el equipo goza de buena salud.