Once Caldas vive en una eterna reconstrucción que nunca despega, cada discurso empieza con una frase repetida: “Estamos formando un buen grupo”, “el equipo va a competir”, “hay que confiar en el proceso” entre otras frases. El tiempo y los semestres pasan, los campeonatos se acumulan y la realidad golpea con fuerza: el club sigue sin dar el salto de calidad que necesita, y la razón principal de todo esto es clara: la poca inversión deportiva.
Cuando se anuncian las salidas de jugadores como Hugo Dorrego, Gilbert Álvarez, Manuel Arteaga, Mateo Rodas y Joel Contreras, queda en evidencia que se cierra otro capítulo gris en la historia reciente del club, jugadores que nunca marcaron la diferencia, pero aquí el problema no es de quien se va, sino de quien llega, y sobre todo que tipo de proyecto hay detrás.
Hoy Once Caldas no atraviesa una crisis económica. Por el contrario, el club ha gozado de una estabilidad financiera gracias a la venta de jugadores, ingresos por su buen papel hasta el momento en la Copa Sudamericana y otros recursos bien administrados. Pero esa estabilidad no se ha traducido en una inversión real y visible en el equipo. No se trata de despilfarrar, sino de destinar estratégicamente esos recursos para construir un plantel competitivo. Porque tener las cuentas en orden está bien, pero si no se invierte en fichajes y nombres de peso, los buenos balances no ganan títulos ni compite por cosas importantes.
La gestión deportiva ha sido tímida, sin ambición. En lugar de reforzarse con jugadores que marquen diferencia, se insiste en contratar jugadores que llegan sin ritmo, sin adaptación al fútbol colombiano, o simplemente sin el peso necesario para llevar la camiseta del Once Caldas. Y luego, cuando los resultados no llegan, todo recae en los jugadores, el cuerpo técnico o la suerte. Pero la raíz del problema está más arriba: en las decisiones administrativas que condicionan el transitar del equipo en sus diferentes torneos.
Además, uno de los grandes errores más claros de este semestre fue armar una nómina corta, sin recambios de nivel. Once Caldas enfrentó la Liga y la Copa Sudamericana con prácticamente los mismos quince jugadores, partido tras partido. La exigencia física, los viajes, la doble competencia… todo pasó factura. Y cuando más se necesitaba aire fresco, el banco no ofrecía soluciones. El equipo terminó fundido, agotado, sin piernas ni ideas, y no por falta de actitud, sino por la falta de una planificación acorde al reto de competir en dos frentes.
Los hinchas ya no quieren otro semestre de excusas. No quieren ver la misma política de contratación de años y semestres anteriores donde llegan nombres desconocidos o sin rodaje. Quieren creer, pero necesitan motivos. Y el único camino para recuperar esa fe es invertir en el equipo. Ya es hora de asumir el reto. De dejar de sobrevivir deportivamente y empezar a competir realmente por títulos. Ya es hora de armar un equipo que esté a la altura del escudo, del estadio y de la historia que demanda un equipo como es el Once Caldas.
La ciudad lo pide. La hinchada lo exige. La historia lo reclama.