Desencanto. Es la palabra que describe el sentimiento de los aficionados tras la derrota fea del equipo ante Deportes Tolima. Claro, feas también fueron las derrotas este semestre ante Nacional y Junior, todas fuera de casa.
Salvo la maravillosa e inolvidable noche aquella, que marcó el ingreso del equipo a la Copa Sudamericana ante Millonarios, el presente del Once es preocupante y prende señales de alarma.
Por lo pronto, se rescatan las cuatro victorias que lo sostienen en mitad de tabla, pero son ya ocho fechas, mucho para una Liga tan corta, y se viene la doble competición por la participación en Copa Sudamericana.
Aterrizar en la realidad nos obliga a admitir tres verdades:
- El Once no tiene una nómina adecuada para la doble competición; es corta, basada en el mantenimiento del plantel titular del año anterior y muy mal gestionada desde las directivas, displicentes y avaras para estructurar el equipo que las circunstancias requerían.
- La sana lógica indica que el equipo tendría que priorizar uno de ambos campeonatos, que se supone es la Copa Sudamericana, en detrimento de la participación en Liga.
- El desteñido desempeño actual en Liga, sumado a la necesidad de recuperar lo perdido y una mala decisión técnica que le costó al equipo tres puntos imprescindibles ante Alianza, obligan a encarar la segunda parte de la Liga con responsabilidad y compromiso.
De ahí que, ante la conveniencia no lograda de acumular puntos suficientes antes para enfrentar después la Liga sin afanes, duela la falta de criterio y de ambición del cuerpo técnico al decidir jugar ante Alianza con una suplencia que cayó sin resistencia alguna.
El Once no ganó a Millos porque haya guardado los titulares esa vez, ni Millonarios lo perdió por haber enfrentado con criterio y nómina responsable al Deportes Tolima. Tengámoslo por seguro: tal como es la realidad actual del Once, con un equipo que no está jugando bien, vacilante y con bajos rendimientos individuales, lo que van a doler después esos tres puntos, no competidos sino regalados.
Sí, es cierto que a la Copa hay que priorizarla y reservar para ella el plantel titular.
Pero, lamentablemente y por culpa de la mala gestión de nómina, es irresponsable decir que, en Liga, el Once tenga que jugar con base en nómina suplente.
Por culpa de lo que hasta ahora no se ha hecho bien, la Liga habrá que jugarla con una nómina responsable y competitiva; tal vez mixta, como suele llamarse, pero criteriosa y sin caprichos, es decir, basada en los indicadores del comportamiento y condiciones físicas de los jugadores.
Hoy, en un fútbol de estrechos campeonatos y competiciones simultáneas, donde abundan los partidos con mínimo margen de descanso, la tecnología es la consejera más sensata y objetiva para tomar decisiones, pues muestra el estado físico real de los jugadores, con fortalezas, debilidades y riesgos de lesión.
Lo demás son caprichos y percepciones discutibles, como lo hizo Herrera en aquella ocasión.
Y si en determinado momento los indicadores fueran aptos para que los once titulares pudieran jugar un partido de Liga, a tres días de enfrentar un juego por Sudamericana, que sea ese el punto de partida para las decisiones.